Además de para fotos y paseos, en estos días festivos también hemos dedicado tiempo a actividades menos bucólicas pero necesarias. Por ejemplo, bricolaje elemental.
La casa, en general, está en buen estado, pero, a la espera de que llegue el contenedor de la mudanza con nuestras cosas (que ya estamos echando bastante de menos) aprovechamos para colocar bombillas, hacer un pequeño arreglo en el baño y tapar los agujeros que utilizaron los anteriores inquilinos para colgar sus cosas. A juzgar por el número de huecos que hemos rellenado, su colección de cuadros y la del Louvre debían rivalizar en número de obras.
¡Hay que ver cómo cuatro cambios insignificantes como estos pueden producir la sensación de haber hecho una mejora sustancial!
Por otra parte, yo empezaba a tener ganas (por no decir mono) de enredar un poco en la cocina. Condicionada por los pocos utensilios de que dispongo en estos momentos e influenciada por la época y el ambiente festivo, me vino a la cabeza una idea que vi hace tiempo en uno de los blogs que leo habitualmente, y que me quedé con ganas de probar: el brownie en cáscara de huevo.
Sí, sí, el archiconocido brownie, ese bizcocho denso de chocolate, metido dentro de una cáscara de huevo de verdad. Por fuera, un huevo corriente y moliente y, al romper la cáscara... ¡sorpresa!
Es merecedora de mención especial la increíble habilidad de Antón para vaciar los huevos por un pequeño orificio en la parte inferior, que previamente había realizado con el sacacorchos de su navaja multiusos.
La decoración tuvo sus más y sus menos. Eso de pegar una cinta sobre una superficie curva sin que te salgan pliegues por todos lados tiene su enjundia. Pero al final, no quedaron mal del todo.
Ni que decir tiene que, llegado el momento de probarlos, duraron un suspiro.
¿Os habéis fijado en qué luz tan chula tenemos en casa para hacer fotos?