viernes, 31 de mayo de 2013

La foto de la semana

No os revelo ningún secreto si os digo que en esta casa nos gustan las fotos. Nos gusta hacerlas, por supuesto. Pero también observar, investigar, probar, leer lo que dicen aquellos que saben mucho de fotografía, ver las imágenes que sacan otros y revisar y trabajar las nuestras propias.

Últimamente estamos especialmente activos con la cámara. Quizá por la gran cantidad de novedades a nuestro alrededor; quizá porque aquí las cosas van a otro ritmo; o quizá por la motivación de nuestras últimas adquisiciones en material fotográfico.

Hay días que salimos a hacer cualquier cosa y volvemos con alguna foto. Otras veces, cargamos ex profeso con el equipo y nos vamos a algún sitio nuevo donde seguro aparecerá algo que llame nuestra atención. O, por el contrario, nos apostamos en un lugar ya conocido, al que le hemos echado el ojo de antemano, y aguardamos el tiempo que haga falta hasta que surja la escena que esperamos.

Luego, ya en casa, llega la segunda parte de la diversión, que nos ocupa tantas o más horas que la primera. Ver lo que hemos obtenido cada uno, comparar los enfoques y los puntos de vista, comentar lo que nos gusta y lo que no... y, de vez en cuando proclamar el ganador de la jornada.

Algunas de las fotos las usamos para ilustrar los posts que publicamos. Otras, sin embargo, a pesar de que nos encantan y nos gustaría compartirlas, acaban por quedar guardadas al no encontrar una historia en las que introducirlas. Es por esto que hemos decidido que, a partir de ahora, una vez a la semana, colgaremos aquí una de nuestras favoritas. Así, sin más. Sin muchas explicaciones. Sin ir asociadas a un relato. Al fin y al cabo, una buena foto debería ser capaz de contar algo por sí sola, ¿no?

Y empezamos hoy mismo con una imagen de esas para las que es necesario hacer acopio de paciencia. Después de horas sentados en las rocas de Arkösund y un montón de intentos, he aquí el resultado. Como en esta ocasión la que hemos escogido no es mía, puedo elogiarla sin reparos: ¡ESPECTACULAR!




jueves, 30 de mayo de 2013

Sorpresas en la carretera

Hace unos días llevamos el coche a pasar una inspección técnica, el último de una serie de requisitos necesarios para la obtención de una matrícula sueca. Todo fue bien, sin imprevistos. Pero mejor dejo que los detalles os los cuente Antón porque creo que tenía en mente escribir un día de estos algo al respecto.

El tema del post de hoy está más relacionado con algunas peculiaridades de las carreteras de este país, sobre las que nos informamos a raíz de nuestra visita al taller. Al terminar la revisión, la persona que nos atendió nos dio para que nos llevásemos una banda de papel, de aproximadamente 1 metro de longitud. Por uno de los lados, era de color naranja fosforito y tenía un texto impreso en grandes letras negras. A todas luces, era un elemento de señalización. Ahora bien, qué debíamos marcar con aquello, no lo entendimos en aquel preciso momento, a pesar de que el hombre hacía aspavientos indicándonos cómo colocarlo y parecía convencido de su utilidad.




Ya de vuelta casa, vimos que en la otra cara de la banda había varios recuadros con textos, que parecían instrucciones, y una serie de fotos de animales salvajes. Empezamos entonces a intuir por dónde iban los tiros.



A pesar de que el índice de siniestralidad en carretera aquí es uno de los más bajos de Europa, Suecia es el país con mayor número de accidentes que involucran animales salvajes: unos  40000 al año, o, lo que es lo mismo, aproximadamente uno cada 15 minutos.

El Nationella Viltolycksrådet (en español algo así como Consejo Nacional de Accidentes de Vida Salvaje) es un organismo dedicado exclusivamente a la atención de este tipo de siniestros, así como a informar y promover legislación y medidas para la prevención.

Según explican en su web (y en los resúmenes que aparecen en la banda que nos dieron), si te ves involucrado en un accidente que afecte a animales como osos, lobos, glotones, linces, alces, ciervos, gamos, corzos, jabalíes, muflones o águilas, tienes la obligación, por ley, de notificarlo a las autoridades (incluso aunque el animal no haya resultado visiblemente herido y se haya escapado). No hacerlo es considerado un delito.

Ante un aviso de este tipo, un equipo del Viltolycksrådet, acompañado de perros de caza, acude a la zona. Si el animal está muerto, procederán a retirarlo de la calzada. Si por el contrario, ha huido, pondrán en marcha una búsqueda hasta que consigan localizarlo para evaluar el alcance de las lesiones, y, en caso de estar malherido, sacrificarlo para evitarle un sufrimiento innecesario. 

Resulta obvio que, si el animal ha muerto y está tendido en la calzada, es conviene señalizar la zona para indicar a otros conductores la presencia de obstáculos. Pero en caso de que haya escapado, también debemos marcar con la banda el lugar por el que salió de la carretera, de manera que sea visible para cuando llegue el grupo de búsqueda. Además, así también se indica a otros conductores que acaba de ocurrir un accidente en ese punto y que puede haber una animal aturdido merodeando por la zona o perros sueltos realizando tareas de rastreo.

Me surge una duda... Si uno choca con un bicho del tamaño de un oso o un alce, ¿no serán ellos los que tendrán que avisar del accidente? 

viernes, 24 de mayo de 2013

Para que nos entendamos


¡Cuatro días! Cuatro hermosos días llevo intentando escribir esta entrada para contaros cómo fue nuestra primera clase de sueco. Pero esta está siendo una semana extenuante y llena de interrupciones (también de novedades) en la que, cada vez que me he puesto delante del blog, ha surgido algo que me ha apartado inmediatamente de él.

Lamentos a parte, a lo que íbamos. El sábado pasado comenzamos, ¡por fin!, nuestro primer curso de sueco. Sí, es posible que el "¡por fin!" suene un poco impaciente de más, teniendo en cuenta que aún no hace ni dos meses que llegamos. Pero, al menos en lo que a mí respecta, así es como estaba: como loca por empezar a conjugar verbos y construir alguna frase completa con las palabras que hemos ido aprendiendo últimamente. Antón también tenía ganas de arrancar, no puede negarlo. Pero, como la mayoría ya sabéis, él suele ser el de la paciencia y yo la de las ansias.

Es cierto que hablando inglés no hay problema para entenderse en este país. Un porcentaje muy alto de la gente lo habla, y es más, lo habla bien. Pero cuando vas repetidamente al supermercado del barrio o te encuentras una y otra vez con la vecina, la verdad es que te gustaría no acabar siempre teniendo que recurrir al idioma comodín.

A pesar de haber hecho nuestros pinitos estudiando idiomas, esta va a ser la primera vez que aprendamos una lengua en el propio país en el que se habla. Así que tenemos puestas nuestras esperanzas en eso que todo el mundo afirma, de que el ritmo de aprendizaje en esta situación debería ser rápido. Por el momento, ya hemos comprobado que, sólo por "ósmosis" (como diría Antón) hemos conseguido hacernos con un vocabulario básico nada despreciable. Precisamente hace unos días, antes de haber asistido a ninguna clase, se me ocurrió hacer el experimento de coger unas hojas en blanco y escribir todas las palabras en sueco que se me vinieran a la cabeza. Después de un rato había conseguido una lista de unas 300 palabras. No está mal, ¿no? Eso sí, sustantivos en su mayor parte. Pocos verbos, adverbios, y, en general palabras que te permiten elaborar ideas y dar expresividad en lugar de hablar como los indios.

El curso al que asistimos corresponde al primer nivel del marco de referencia europeo para las lenguas (A1). Tiene un enfoque de avance rápido, con sesiones intensivas de cuatro horas y media los sábados y mucho trabajo individual para el resto de la semana. Es verdad que después de una clase de este tipo acabas con todas las neuronas aturdidas, pero también resulta muy gratificante comparar lo que podías decir o escribir antes de empezar a las 10 de la mañana y lo que puedes decir o escribir al terminar a las 14:30.

Las clases se imparten totalmente en sueco, desde el primer momento en que el profesor (en nuestro caso profesora) entra por la puerta. Haciendo uso de la expresión corporal y de gestos muy marcados, así como de frases cortas, de estructura simple, y un repertorio reducido de palabras, consiguen que vayas siguiendo la clase y asimilando vocabulario.

En nuestra clase somos once alumnos, de orígenes diversos: Canadá, USA, Reino Unido, Holanda, Bélgica, Letonia, Estonia, Polonia... y España, claro. Las edades y perfiles profesionales de los alumnos también son de lo más variopinto y eso añade interés más allá del propio aprendizaje del idioma.

Como no podía ser de otra forma, lo primero fue ver cómo presentarnos a nosotros mismos (nombre, procedencia, profesión, estado civil...). Aprendimos pronombres, cómo conjugar los verbos en presente, dónde colocar el sujeto y el verbo dentro de la oración,  la negación,  cómo hacer preguntas, vocabulario relacionado con nacionalidades, profesiones, idiomas y algunas palabras de uso frecuente. También nos enseñaron cómo se designan conceptos muy específicos de la forma de vida de los suecos (eso para otro post) y nos introdujeron en el apasionante mundo de los tropecientos tipos de vocales que manejan. Intuimos ya que esto último va a ser nuestro gran reto.

Ilustrando esta entrada, nuestro material de trabajo: libro de texto, libro de ejercicios y diccionario. La gramática sueca es uno de estos regalos frikis que me hace Antón y que a mí me gustan tanto: empecé a leerla y no era capaz de parar. ¡No puedo esperar a que me lo cuenten!

Eso sí, modernos como somos (sólo a veces), esos libros han sido inmediatamente digitalizados e importados a nuestros tablets en forma de cuadernos con el LectureNotes. Esto nos va a permitir no sólo ver el contenido y tomar notas, sino también hacer cosas como repetir una y otra vez los ejercicios sobre una misma página sin más añadir que capas. ¿No es genial?









jueves, 16 de mayo de 2013

Hice esta foto hace un par de días atraída por la peculiar atmósfera de un lugar al que llegué por mera casualidad. Vista ahora la imagen, fuera de la cámara, me parece bonita; creo que he acertado con los parámetros, me gusta el encuadre y la escena y la luz del fondo. Por eso, me apetecía que formara parte del blog. Pero también me pregunto si cualquier otro observador podrá percibir a través de ella algo del aire pintoresco que yo veía cuando la saqué. O si, simplemente, esta podría ser la fotografía de cualquiera de estos locales modernos, abonados a conceptos como el vintage o el estilo nórdico, que proliferan últimamente por Madrid (bueno, y por muchos otros sitios).


Os aseguro que no había el más mínimo atisbo de modernez en este café, llamémosle "de barrio", situado en una de las múltiples zonas residenciales alrededor del centro de Linköping.

Una parte del establecimiento estaba dedicada a tienda de segunda mano (bastante populares por aquí). Era una espacio más bien pequeño donde predominaban, sobre todo, los libros, las vajillas, algunos adornos y objetos hechos a mano y pequeños muebles. El resto, constituía el café en sí mismo.

El mobiliario era de lo más heterogéneo. Una mesa redonda y cuatro sillas de madera pintadas en el color por excelencia de la decoración en este país: el blanco. Una gran mesa cuadrada en madera oscura y otra pequeñita en un rincón. En la esquina opuesta, el conjunto que aparece al fondo de la foto: un sofá y tres sillas antiguas, cada cual con su acabado y su propio tapizado. Una mezcla de estilos dispares que, sin embargo, coexistían de una manera bastante armoniosa.

La concurrencia, también de lo más variopinta: las abuelas del barrio (también abuelos, pero ellos en otro grupo), una mamá con su hija, un par de chicas jóvenes, una mujer con velo y túnica hasta los pies... Para quien sepa a qué me refiero, la versión sueca del Bonilla a la hora de la merienda.

Detrás de la barra, atendía muy amable una señora, ya de avanzada edad, con la que no me quedó más remedio que entenderme "en sueco". Yo utilicé las pocas palabras que conozco por el momento, una detrás de otra, sin ningún tipo de estructura gramatical. Ella, por su parte, aunque parecía consciente de mis limitaciones con el idioma, me soltó una parrafada detrás de otra. ¿Y qué podía hacer yo? Pues asentir, sonreír, intentar no resultar antipática... mientras la mujer parecía disfrutar de lo lindo con  la "conversación" que estábamos teniendo.

Eso sí, como recompensa recibí mi té de frambuesas, servido en una preciosa taza de porcelana pintada (probablemente del año catapún) y acompañado de un clásico bollo de canela de aspecto y sabor bastante caseros. ¡Todo por 20 coronas! (algo más de 2 euros): una auténtica ganga para los estándares de aquí.

Pensándolo bien, ahora que estamos a punto de empezar las clases de sueco, quizá deberíamos pasarnos por este sitio de vez en cuando, disfrutar de una merienda por un módico precio y aprovechar la predisposición a la charla de la camarera para practicar el idioma :)











jueves, 9 de mayo de 2013

Algunas cosas buenas

Como por ejemplo:

- Que ayer firmé el contrato con la que será mi nueva empresa. Mi primer contrato en sueco: todo un reto.

- Que hoy ha sido festivo. Y, aunque nosotros nos enteramos hacen tan sólo unos días (y de casualidad) de que hoy no se trabajaba: ¿a quién no le alegra un hecho inesperado como este? (Por si alguien tiene curiosidad, aquí se celebra la Ascensión).

- Que el tiempo ha mejorado mucho y las temperaturas son agradables. Ya no necesitamos abrigos para salir a la calle y, en algunos momentos del día, ni siquiera chaquetas. El suelo se está volviendo verde intenso, a los árboles les salen hojas y algunos incluso se han puesto de color rosa.


- Que, al igual que los dueños de las bicicletas de la foto, vamos pedaleando a donde nos apetece. Y que esa costumbre tan "fea" de ir sobre dos ruedas que en Madrid parecía "ofender" a tantos, aquí, simplemente, es lo habitual.

- Que después de unos días con un catarro bastante incómodo y la garganta dando la lata, hemos recuperado la actividad. Sí, sí, y digo "hemos" porque me ha salido un acompañante. ¡Qué ilusión!


domingo, 5 de mayo de 2013

Vida contemplativa...


...es exactamente a lo que nos hemos dedicado este domingo.

Después del ajetreo de las dos últimas semanas (incluyendo ayer mismo, en que desempaquetamos y organizamos algunas cajas aún pendientes), decidimos que era hora de ocupar el día en actividades que requiriesen poco esfuerzo físico y mental.

Ni siquiera nos apetecía hacer una excursión a algún lugar de los alrededores como hacemos a menudo los fines de semana desde que llegamos. Pero lucía un sol radiante y la previsión meteorológica prometía nada menos que 18 grados de máxima, así que optamos por coger las bicis e improvisar un picnic en un parque cercano.

Con el pan que horneamos el sábado por la noche (¡sí, señores, por fin he podido estrenar mi KitchenAid regalo de cumpleaños y el recipiente para panes de molde que me compré antes de venir!) nos preparamos rápidamente unas viandas que cargamos en las alforjas.



Una media hora después ya habíamos escogido árbol y ubicación sobre el césped para tumbarnos a la bartola.

Hubo más que optaron por un plan de domingo similar al nuestro. 

Y ahí nos pasamos varias horas, primero comiendo, y luego, acostados en la hierba sin más ocupación que ver la vida pasar.

Ya de vuelta, aprovechamos parte del pan que nos había sobrado de la comida para prepararnos una suculenta "honey toast" como merienda. Dicen que es un dulce típico en Japón aunque, a decir verdad, no conseguí encontrar demasiada información acerca de sus orígenes. De todos modos, como este blog tiene audiencia experta en cultura y costumbres japonesas, ya me corregirán si me equivoco :)
Las honey toasts pueden hacerse con variedad de ingredientes según gustos. La nuestra llevaba fresas, plátano, almendras, sirope de arce (en lugar de miel), helado de fresa y nata montada. ¡Casi nada!


Y el resto de la tarde, aquí, cómodamente en el sofá con nuestras lecturas. Hace un rato Antón leía con gran interés un libro titulado "The historical atlas of the vikings"... Para mí que intenta desentrañar el significado de algún comportamiento que ha observado en los lugareños y que aún no acierta a comprender :)


jueves, 2 de mayo de 2013

Valborgsmässoafton

El mismo día 31 de abril nos enteramos de que aquí la conmemoración del Primero de Mayo viene precedida por las celebraciones de la Noche de Walpurgis, o como la llaman los suecos, Valborgsmässoafton.

Durante esta noche tienen lugar multitud de fiestas en espacios públicos en las que se da la bienvenida a la primavera con una mezcla de rituales ancestrales de origen incierto y actividades lúdicas y culturales. Algunas de estas fiestas son pequeñas reuniones en las plazas de los barrios organizadas por asociaciones de vecinos. Otras, congregan a mayor número de personas en lugares emblemáticos de las ciudades, principalmente en grandes parques. Todas ellas tienen un par de elementos comunes: los hogueras y las canciones populares alrededor de estas. Un ambiente que en cierto modo recuerda a la noche de San Juan en Galicia.

Hay quienes dicen que la costumbre de encender fuegos proviene de la tradición celta, en la que se les atribuía la capacidad de ahuyentar a brujas y malos espíritus. Otros, sin embargo, opinan que son reminiscencias de la Edad Media, cuando el 1 de mayo era considerado el día en que el debía soltarse el ganado a los pastos y la víspera se hacían fogatas para alejar a los depredadores.

Habiéndonos informado previamente en la oficina de turismo, nos decantamos por la opción de acudir a Folkparken en nuestra primera noche de Valborg. Cuando llegamos, aún temprano, un buen grupo de suecos, mayores y pequeños, desafiaban ya a la lluvia comprando golosinas, algodón de azúcar y perritos calientes o jugando en las tómbolas, mientras parecía que los tenderetes iban a salir volando por el viento.

Por su parte, el coro y la banda de música actuaban bajo una carpa y se diría que, más que cantar a la primavera, la invocaban.

Si algo tienen de bueno estos climas tan variables e inestables es que, a veces, de igual forma que viene la lluvia, se va. Y eso fue lo que ocurrió en esta ocasión. De repente, apareció un arco iris enorme en el horizonte, fue parando de llover, se abrió un claro que iba aumentando progresivamente de tamaño y, finalmente, quedó una noche fresca, pero despejada.

Encendieron la hoguera y la gente empezó a cantar con el coro.




















Hubo una buena sesión de fuegos artificiales.



Y poco a poco, según iba oscureciendo, todos nos fuimos acercando más y más al calorcito de la hoguera.