¡Cuatro días! Cuatro hermosos días llevo intentando escribir esta entrada para contaros cómo fue nuestra primera clase de sueco. Pero esta está siendo una semana extenuante y llena de interrupciones (también de novedades) en la que, cada vez que me he puesto delante del blog, ha surgido algo que me ha apartado inmediatamente de él.
Lamentos a parte, a lo que íbamos. El sábado pasado comenzamos, ¡por fin!, nuestro primer curso de sueco. Sí, es posible que el "¡por fin!" suene un poco impaciente de más, teniendo en cuenta que aún no hace ni dos meses que llegamos. Pero, al menos en lo que a mí respecta, así es como estaba: como loca por empezar a conjugar verbos y construir alguna frase completa con las palabras que hemos ido aprendiendo últimamente. Antón también tenía ganas de arrancar, no puede negarlo. Pero, como la mayoría ya sabéis, él suele ser el de la paciencia y yo la de las ansias.
Es cierto que hablando inglés no hay problema para entenderse en este país. Un porcentaje muy alto de la gente lo habla, y es más, lo habla bien. Pero cuando vas repetidamente al supermercado del barrio o te encuentras una y otra vez con la vecina, la verdad es que te gustaría no acabar siempre teniendo que recurrir al idioma comodín.
A pesar de haber hecho nuestros pinitos estudiando idiomas, esta va a ser la primera vez que aprendamos una lengua en el propio país en el que se habla. Así que tenemos puestas nuestras esperanzas en eso que todo el mundo afirma, de que el ritmo de aprendizaje en esta situación debería ser rápido. Por el momento, ya hemos comprobado que, sólo por "ósmosis" (como diría Antón) hemos conseguido hacernos con un vocabulario básico nada despreciable. Precisamente hace unos días, antes de haber asistido a ninguna clase, se me ocurrió hacer el experimento de coger unas hojas en blanco y escribir todas las palabras en sueco que se me vinieran a la cabeza. Después de un rato había conseguido una lista de unas 300 palabras. No está mal, ¿no? Eso sí, sustantivos en su mayor parte. Pocos verbos, adverbios, y, en general palabras que te permiten elaborar ideas y dar expresividad en lugar de hablar como los indios.
El curso al que asistimos corresponde al primer nivel del marco de referencia europeo para las lenguas (A1). Tiene un enfoque de avance rápido, con sesiones intensivas de cuatro horas y media los sábados y mucho trabajo individual para el resto de la semana. Es verdad que después de una clase de este tipo acabas con todas las neuronas aturdidas, pero también resulta muy gratificante comparar lo que podías decir o escribir antes de empezar a las 10 de la mañana y lo que puedes decir o escribir al terminar a las 14:30.
Las clases se imparten totalmente en sueco, desde el primer momento en que el profesor (en nuestro caso profesora) entra por la puerta. Haciendo uso de la expresión corporal y de gestos muy marcados, así como de frases cortas, de estructura simple, y un repertorio reducido de palabras, consiguen que vayas siguiendo la clase y asimilando vocabulario.
En nuestra clase somos once alumnos, de orígenes diversos: Canadá, USA, Reino Unido, Holanda, Bélgica, Letonia, Estonia, Polonia... y España, claro. Las edades y perfiles profesionales de los alumnos también son de lo más variopinto y eso añade interés más allá del propio aprendizaje del idioma.
Como no podía ser de otra forma, lo primero fue ver cómo presentarnos a nosotros mismos (nombre, procedencia, profesión, estado civil...). Aprendimos pronombres, cómo conjugar los verbos en presente, dónde colocar el sujeto y el verbo dentro de la oración, la negación, cómo hacer preguntas, vocabulario relacionado con nacionalidades, profesiones, idiomas y algunas palabras de uso frecuente. También nos enseñaron cómo se designan conceptos muy específicos de la forma de vida de los suecos (eso para otro post) y nos introdujeron en el apasionante mundo de los tropecientos tipos de vocales que manejan. Intuimos ya que esto último va a ser nuestro gran reto.
Ilustrando esta entrada, nuestro material de trabajo: libro de texto, libro de ejercicios y diccionario. La gramática sueca es uno de estos regalos frikis que me hace Antón y que a mí me gustan tanto: empecé a leerla y no era capaz de parar. ¡No puedo esperar a que me lo cuenten!
Eso sí, modernos como somos (sólo a veces), esos libros han sido inmediatamente digitalizados e importados a nuestros tablets en forma de cuadernos con el LectureNotes. Esto nos va a permitir no sólo ver el contenido y tomar notas, sino también hacer cosas como repetir una y otra vez los ejercicios sobre una misma página sin más añadir que capas. ¿No es genial?